
Redes sociales y FOMO: Impacto en la salud mental de los jóvenes
No os cuento nada nuevo cuando digo que vivimos en un mundo cada vez más conectado por las redes sociales, lo que hace acrecentar cada día más el FOMO (Fear of Missing Out), especialmente entre los jóvenes.
Si no conocías este concepto, el FOMO se refiere al miedo a perderse algo y a no formar parte.
Tradicionalmente ha sido entendido como la ansiedad provocada por la sensación de perderse eventos o actividades sociales, sin embargo, en realidad se adentra en territorios psicológicos mucho más profundos, llegando a afectar en la identidad y sentido de pertenencia de la persona que lo padece.
El impacto del FOMO en la construcción de la identidad
Como decía, el FOMO no se limita exclusivamente a la preocupación por no asistir a los eventos de moda, a no haber hecho el viaje fantástico a Bali que todo el mundo hace en verano o a no salir en la foto de la que todos hablan; en su núcleo, refleja un miedo más profundo.
Nuestra sociedad funciona, se mueve y genera toda una serie de deseos para los que formamos parte de ella, que nos caracterizan y nos definen como diferentes a otras sociedades. Así pues, nuestra sociedad nos invita a participar de unos eventos y a realizar unas actividades que encajan perfectamente en el modelo consumista en el que vivimos. Por ende, estos deseos y actividades son las que la sociedad considera “adecuadas”, por lo que nos bombardea con campañas repletas de mensajes como “tienes que vivirlo”, “no puedes perdértelo” o “vive tu vida al máximo”, acompañados de imágenes y videos de playas con aguas turquesas, conciertos vibrantes, fiestas inolvidables y un largo etc de situaciones, productos y escenarios que se supone que nos harán felices.
El FOMO, en su profundidad, refleja el miedo a no formar parte de esta sociedad. Las redes sociales, con sus constantes exhibiciones de experiencias idealizadas, contribuyen a establecer un estándar de “vida ideal” (valga la redundancia), que no siempre resuena con los deseos individuales de todos. Por lo que, el que no se identifica con estos deseos y actividades, no tiene cabida en la sociedad.
Esta discrepancia puede llevar a los jóvenes a cuestionar su lugar en el mundo y a emprender determinadas actividades o participar de ciertos planes, llegando a convencerse de que así lo desean, cuando la realidad es que su deseo es el de formar parte (no la actividad o el plan en sí mismo). Dicho de otra manera, se sienten empujados por el deseo de evitar el miedo a sentirse excluidos.
Por otro lado, aquellos jóvenes que sí se identifican con las propuestas que impulsa nuestro modelo social, se exponen al peligro de asentar su identidad y sentido de pertenencia en una propuesta saturada de ideales infinitos. Y es que, a juzgar por el flujo constantemente cambiante y frenético de las redes sociales, nos damos cuenta de que nunca es suficiente. Siempre hay una nueva moda, un nuevo destino de ensueño, una nueva propuesta… y no sigo porque no acabaríamos nunca.
Esta fantástica oferta que te invita a formar parte de todo, es sumamente frustrante e inalcanzable. Es aquí, en esta persecución constante de un ideal de felicidad al que siempre le falta un paso más, que aparece el mensaje envenenado que nadie te había mostrado en los anuncios ni el las redes:
“Jamás serás feliz, pero no se te ocurra dejar de perseguir la felicidad, tienes que seguir formando parte”.
¿Conoces la famosa fábula del burro y la zanahoria?
Lo siento si lo acabas de descubrir, pero sí, en medio de todo este sistema, nosotros somos el burro de la fábula.
El impacto en la salud mental
Es evidente que la presión para conformarse con los ideales promovidos en las plataformas sociales puede ser abrumadora, llevando a una confusión sobre lo que realmente se desea y quién se quiere ser. Esta confusión identitaria es particularmente peligrosa en la adolescencia y la juventud temprana, etapas críticas para el desarrollo del autoconcepto.
La lucha interna entre el deseo de pertenecer y el impulso de seguir los propios intereses puede tener un impacto significativo en la salud mental de los jóvenes, generando altos niveles de ansiedad, depresión y baja autoestima. Y estas son solo algunas de las consecuencias potenciales que resultan de esta batalla interna.
Exacerbadas por la constante comparación con los demás en las redes sociales, los jóvenes ponen el foco exclusivamente en aquello que tienen los demás y que a ellos les falta, aniquilando el valor de aquello que sí tienen o que han conseguido. Esto conlleva que la rueda del “Ojalá yo…” siga girando, y la ecuación es fácil… cuando uno siente la falta, más crece el deseo de subsanarla, más deseo lleva a más demanda, más demanda lleva a un mayor consumo, y cuanto más consumo más me doy cuenta de lo que todavía me falta.
Y así funciona, un sistema perfecto a la vez que terrible, en el que jóvenes (y no tan jóvenes) se apoyan para construir su identidad.
Estrategias de afrontamiento y reflexión
Frente a este desafío, es crucial fomentar estrategias de afrontamiento saludables y promover la reflexión personal. Los jóvenes necesitan espacios seguros para explorar su identidad.
Inevitablemente, excepto en muy puntuales excepciones, la tecnología y las redes sociales van a estar presentes en la historia de desarrollo de los más jóvenes. No se trata de demonizar el uso de la tecnología o de las plataformas digitales. Se trata de asegurar que también se dispone de un espacio de construcción identitaria lejos de las influencias de las redes sociales.
La introspección y el diálogo abierto sobre lo que los jóvenes quieren y desean, pueden ser de gran ayuda para desmitificar la necesidad de seguir siempre la corriente y animar a los jóvenes a encontrar su propio camino.
Para ayudarte en este proceso, te propongo algunas recomendaciones destinadas a jóvenes (y no tan jóvenes) para fomentar una relación más equilibrada con las plataformas sociales:
Autoreflexión) Cuando uses las redes sociales dedica un tiempo a reflexionar sobre tus emociones y reacciones a las publicaciones que consumes. Hazte preguntas sobre qué te aporta el contenido que consumes y párate a identificar si te sientes ansioso/a o insatisfecho/a después de usarlas.
Establecimiento de Límites) Define límites claros para tu tiempo en las redes sociales. Esto puede incluir establecer horarios específicos del día para revisarlas o limitar el tiempo total de uso diario. Incluso existe una amplia oferta de herramientas y aplicaciones de bienestar digital que pueden ayudarte a monitorear y controlar este aspecto.
Consumo consciente) Sé selectivo/a con las cuentas que sigues. Prioriza aquellas que te inspiren, te eduquen o te hagan sentir bien contigo mismo/a. La calidad del contenido que consumes puede tener un impacto muy significativo en tu bienestar mental.
Fomento de conexiones reales) Intenta equilibrar tu vida social digital con interacciones cara a cara. Las conexiones reales fortalecen nuestro sentido de comunidad y pertenencia de una manera que las interacciones virtuales no pueden replicar completamente.
Cultiva intereses fuera de línea) Desarrolla hobbies e intereses fuera de las redes sociales. Esto no solo te proporcionará un sentido de logro y satisfacción, sino que también reducirá tu dependencia hacia la validación digital. (El estar pendiente de cada mensaje y cada like que recibes, vamos).
Educación sobre el FOMO) Ahora que ya lo conoces, informa y educa a tus amigos y familiares sobre el FOMO y sus efectos. Compartir experiencias y estrategias para afrontarlo, puede crear un entorno de apoyo que fomente hábitos más saludables.
Gratitud) Detente a pensar y valorar lo que tienes en tu vida, en lugar de lo que podrías estar perdiendo. Este ejercicio puede reducir significativamente tus sentimientos de insatisfacción.

Andreu Manyós
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