Somatización, la conexión entre el cuerpo y la mente
Se entiende por somatización la expresión de síntomas físicos que no pueden explicarse por una causa orgánica, es decir, que no se corresponden a una enfermedad o afectación identificable y detectable en el cuerpo.
Y es que, por más que a muchos les cuesta creer que esto sea posible, una de las funciones del cuerpo es la de actuar como alarma de nuestro mundo emocional. Es decir, que la aparición de un dolor físico puede, en ocasiones, ser debido a un malestar emocional que no se ha podido resolver, y que se expresa a través del cuerpo, indicándonos que hay algo en nuestro mundo emocional que requiere nuestra atención. Por lo tanto, la somatización, pone de relieve la conexión que, efectivamente, existe entre el cuerpo y la mente.
Una evidencia de esta conexión la encontramos en el hecho de que, cuando experimentamos una emoción como puede ser la tristeza, ésta genera un conjunto de reacciones físicas en nuestro cuerpo, como puede ser el llanto. Siguiendo con este ejemplo, podemos asumir que las lágrimas suponen la expresión mediante el cuerpo de una emoción, como es en este caso, la tristeza. Se ha comprobado que esta reacción (llorar), no es una reacción cualquiera ni carente de sentido. Mas bien todo lo contrario. Las lágrimas nos calman, debido a la liberación de oxitocina y endorfinas, provocando una sensación de alivio físico y emocional. Es habitual que después de una gran llorera nos sintamos cansados y nos entre sueño. Llorar nos ayuda a liberar la carga emocional de nuestra tristeza, de la misma manera que el cuerpo libera cada lágrima, y esta liberación nos permite descansar.
Los síntomas físicos, evidentemente, provocan cambios en la vida cotidiana de la persona que los sufre. Le impiden realizar actividades que desearía poder llevar a cabo con normalidad, afectan a sus relaciones con los demás, disminuyen su rendimiento laboral, etc. Cuando estas situaciones ocurren, lo más normal es que la persona se centre en estos síntomas físicos, tratando de entender su causa, para poder dar con un remedio. Habitualmente, la preocupación aumenta cuando, después de varias pruebas y visitas médicas con diferentes especialistas, parece que nadie consigue descifrar la naturaleza de sus dolencias. En este escenario, es usual escuchar declaraciones como “puede que se deba a los nervios, procure tranquilizarse”, lo que es una forma banal de decir, en realidad, “puede que su malestar se deba a una causa emocional”. Cuando estamos dispuestos a aceptar la conexión entre el cuerpo y la mente, es cuándo podemos cambiar el foco, dejar de centrarnos en el síntoma como tal y centrarnos en descubrir lo que el síntoma trata de decirnos.
El síntoma somático, como todo síntoma psicológico, tiene su función.
Como decía anteriormente, los síntomas físicos impiden a la persona que los sufre. La somatización provoca que la persona no pueda seguir con lo que estaba haciendo y la obliga a poner la mirada en sí misma (en la propia persona) y analizar qué le está pasando, puesto que el cuerpo indica que algo falla. Este síntoma, que no por ser somático deja de ser un síntoma real, ha venido a hacer lo que la persona no ha sido capaz de hacer por ella misma: detenerse y analizar.
Me gusta decir que la somatización actúa como el testigo luminoso de un coche, que se enciende cuando detecta que algo no funciona adecuadamente. Este testigo nos indica que debemos parar para llevar el coche al taller y solucionar aquello que no funciona antes de seguir adelante. Por desgracia, todos sabemos de muchas personas que deciden seguir conduciendo, ignorando la señal, hasta que un día, cuando menos se lo esperan, el coche falla y les deja tirados en el momento menos oportuno.
El síntoma somático actúa de una forma muy similar.
Cuerpo y mente son sabios. Es muy posible que hacer caso a la señal luminosa (al síntoma somático), no siempre sea tan sencillo ya que puede implicar encontrarse de frente con una serie de emociones desagradables que la persona, de manera inconsciente, trata de evitar a toda costa. Dejar de acudir a una cita, puede generar sentimientos de culpa por sentir que se está fallando a los demás; disminuir el rendimiento en el trabajo, puede generar sentimiento de fracaso; no realizar una actividad que uno desea, puede generar sentimientos de frustración, etc. Estos son solo algunos ejemplos de creencias y emociones vinculadas a la realización (o más bien, a la no realización) de actividades relacionadas con diferentes dimensiones vitales de una persona que pueden acarrear sufrimiento.
Cuando la gestión de estas emociones se convierte en algo demasiado complicado o doloroso, la somatización aparece en forma de mecanismo de defensa contra ellas, llevando a la persona a poner toda su atención en el síntoma, en vez de hacer frente a dichas emociones. El foco se mantiene en el exterior, en aquel dolor corpóreo que ahora no permite seguir adelante con normalidad. La persona cumple con su papel de paciente y espera a que los médicos le aporten una solución, convencida de que la causa dé su dolencia reside en el cuerpo, y no piensa ni por un segundo la posibilidad de poner el foco hacia el interior, es decir, hacia la mente. Así pues, mientras estas emociones quedan sin resolver, escondidas tras el síntoma físico que acapara toda la atención, el síntoma físico perdura igual que una alarma que no cesa, indicando constantemente que algo no funciona. La somatización trata de evitar la emoción, por ser esta más dolorosa de afrontar que el propio dolor del cuerpo.
En conclusión, después de todo lo expuesto, queda señalar la importancia de la interpretación que hacemos sobre las expresiones de nuestro cuerpo, de cara a la comprensión de los síntomas físicos. Esta lectura del síntoma supone la base para comprender el propio funcionamiento de uno mismo y poder remediar tanto el cuerpo como la mente. Debemos aprender a diferenciar cuándo un síntoma físico puede ser indicador de dolencia, lesión o enfermedad, y cuando este síntoma puede estar actuando como indicador de la presencia de una angustia emocional sin resolver. Dicho de otra manera, debemos aprender a leer lo que el cuerpo expresa.
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